El Ladr?n De Prenda Interior free porn video

El Ladr?n de Prenda interior Cal Y. Pygia ?"Pablo!" una voz chillona llam?. ?"Pablo Rodriguez!" Era su madre. Ella llamaba - para la segunda o tercera vez, juzgando por su tono, una mezcla de impaciencia y molestia que linda sobre la c?lera - que signific? que ?l no deber?a gastar ning?n tiempo - o no m?s tiempo - en responder a su citaci?n judicial. ?l hab?a sido tan alcanzado en el momento, examinando sus tesoros, que, por lo visto, ?l no hab?a o?do sus llamadas iniciales. ?"Estar? ah? mismo, Mam?!" ?l llam?. Hastily, he spread the collection of his pulp magazines and comic books over the cache of his secret collection of--well, of his treasures--which he kept in his dresser drawer, ensuring that all was hidden again by the lurid covers of the action-adventure periodicals that his Uncle Carlos had sent to him from Mexico: Guns of the Gringo, Alamo Adventurers, Mexacali Massacre, and Terror in Tijuana. Su t?o no quiso que su sobrino olvidara su herencia mejicana. El t?o Carlos quiso que Pablo recordara sus or?genes y, lo que es m?s importante estuviera orgulloso de ellos. Adem?s, ?l quiso que Pablo creciera para ser viril, tuviera - - en efecto, exudara - machismo. ?l quiso que Pablo fuera el hombre de un hombre, fornido y bullicioso e indecente. ?l tuvo miedo, ?l se hab?a confiado a su sobrino, esto levantado en una madre sola, sin un hombre alrededor de la casa, Pablo no podr?a beneficiarse del modelo a imitar macho que un vivo - en el padre podr?a proporcionar. El t?o Carlos se habr?a alegrado de rellenar para el padre de su sobrino, pero ya que Pablo vivi? en San Diego y su t?o vivi? en Juarez, el mejor que Carlos podr?a hacer era env?an las revistas de pulpa, los libros de c?mics, y una carta ocasional en la cual ?l expres? su esperanza que Pablo abrazar?a su herencia y crecer?a para ser un fino, atando el esp?cimen con correa de la virilidad, como el T?o Carlos ?l mismo hab?a hecho. Una vez, estas historias hab?an significado el mundo a Pablo. ?ltimamente, su petici?n hab?a comenzado a quitarse, sin embargo. De vez en cuando, ?l reley? un, y ?l todav?a pensaba con mucha ilusi?n en los nuevos que su t?o le envi?, pero no unos mucho debido a las historias que ellos contuvieron como porque era su t?o que se los hab?a enviado. Por lo que los cuentos ellos mismos estuvieron preocupados - bien, ellos s?lo no parecieron como la excitaci?n y encantador cuando ellos hab?an parecido una vez ser. La emoci?n de tales cuentos fue ida. Quiz?s Pablo los hab?a crecido m?s que. Despu?s de todo, ?l ten?a casi catorce a?os ahora, y, en su edad, estas historias parecieron m?s absurdas que aventurero. Adem?s, Pablo hab?a tenido otras cosas en su mente ya que ?l hab?a entrado en adolescencia - a saber, muchachas. No queriendo arriesgar de incurrir en la ira de su madre, Pablo dej? su dormitorio y se apresur? en la peque?a cocina del apartamento de adobe, donde ella preparaba la comida de la tarde: tortillas mexicanas y alubias fre?das de nuevo con arroz. Su madre lo mir? con la c?lera en sus ojos. ?"D?nde ha sido usted?" ella exigi?. ?"Por qu? no viene usted cu?ndo le llamo? ?Por qu? no me contesta usted la primera vez que le llamo?" "Perd?n, Mam?," contest? Pablo. "Adivino que no le o?." Ella fulmin? con la mirada a su hijo. "Tengo mucho trabajo para hacer. ?Har?a da?o esto a usted para darme una mano de vez en cuando?" "No, Mam?." ?"Es ello mi falta que su padre es un vagabundo borracho y un ad?ltero lascivo? ?Es ello mi falta ?l nos abandon??" "No, Mam?." ?"Piensa usted que es f?cil para m? para cocinar y limpiar? ?Piensa usted que me gusta tomar en el lavado de ropa de otra gente? ?Piensa usted que disfruto cuidando de usted cada d?a, d?a a d?a, todos solo, sin la ayuda?" Pablo lament? o?r su conversaci?n de madre como este. Lo hizo triste, por su proprio bien, y lo hizo sentir como si ?l no era nada m?s que una carga a ella. Cuando ella dijo tales cosas, aun si fuera de frustraci?n y cansancio, ?l se pregunt? si ella se preocup? por ?l m?s que su padre ten?a. Tal vez, ?l temi?, ella tambi?n lo abandonar?a un d?a, cuando ella se cans? de cocina y limpieza y lavado del lavado de ropa de otra gente. "Siento, Mam?." ?Ella fulmin? con la mirada a ?l una vez m?s, fij?ndolo con ella enojado mira fijamente durante un momento largo, antes de que ella dijera, "Por qu? pod?a usted no haber sido una muchacha? Entonces, tal vez usted ser?a m?s de una ayuda a m? alrededor de la casa, en vez de ser siempre una carga a m?. Los muchachos son ego?stas. Todo en el que ellos alguna vez piensan es. Usted es justo como su padre: perezoso, ego?sta, y desconsiderado." Pablo colg? su cabeza, avergonzada. ?"Piensa usted que usted puede hacer entrar el lavado de ropa, al menos?" ella pregunt?. ?"Ser?a demasiado para preguntar?" "No, Mam?. Quiero decir, s?, Mam?. Quiero decir-" "No est? de pie s?lo all?, musitamiento. ?Vaya! ?Traiga el lavado de ropa, cuando le dije hacer!" ?"S?, Mam?!" Pablo corri? de la cocina del peque?o apartamento de adobe, agarr? r?pidamente un cu?vano, y esprint? en el patio que los apartamentos compartieron. Las residencias fueron construidas alrededor de la yarda cuadrada, sus puertas principales que se vuelven en las cuatro calles que arreglaron su bloque y sus cuatro puertas traseras que se abren en el patio. Varios tendederos colgaron suspendido de alf?izares o postes, y, sobre estas l?neas, colgaron el lavado de ropa de los arrendatarios y - en caso de la madre de Pablo, no s?lo el propio atuendo de su y Pablo, sino tambi?n la ropa que ella recogi? para lavarse para otros. Hab?a una carga verdadera hoy. Esto llenar?a f?cilmente la cesta dos veces, tal vez tres veces. Con movimientos expertos, Pablo coleccion? la ropa, dobl?ndolo como ?l fue, y lo amonton? en la cesta. ?l fue dentro de la casa y descarg? su carga. Su madre no dijo nada cuando ?l se apresur? por delante de ella, que signific?, Pablo supuso, que ella estuvo contenta. En unos momentos, ?l se apresur? por delante de ella otra vez, en el patio, coleccionar y doblar otra carga de la lavander?a fresca, limpia. Pablo y su madre ten?an la ropa simple, duradera. La mayor parte de ello era el algod?n o el dril de algod?n que sujet? con clavos de cobre o cierres m?s bien que con botones. Su madre tambi?n posey? varias bufandas. Ella ten?a s?lo dos faldas y blusas, y ella todav?a llevaba puestas medias lavables m?s bien que nilones disponibles. Por supuesto, ella tambi?n posey? unos pares de bragas y sujetadores. Pablo siempre estaba avergonzado para ver estas ropas interiores colgar en la l?nea, para todos para ver. ?l le hab?a pedido una vez juntarlos y dejarle el resto de la ropa, pero ella se hab?a mofado de su petici?n. ?"Crezca, Pablo!" ella lo hab?a reprochado. "No hay ninguna necesidad para estar avergonzada sobre tales cosas. Todas las mujeres llevan puestos sujetadores y bragas." Pero los muchachos no hicieron. Tal vez esto es como la fascinaci?n de Pablo con tales ropas interiores hab?a comenzado. Los sujetadores y las bragas parecieron casi como si ellos eran art?culos de la ropa que las criaturas de otras especies podr?an llevar puestas. ?l imagin? los pechos grandes de su madre dentro de las tazas suaves de sus sujetadores de algod?n y sus partes privadas y sus nalgas dentro de sus bragas. No hab?a llegan en avi?n sus calzoncillos, por supuesto, para no hab?a ninguna necesidad por su parte. M?s que sujetadores, las bragas intrigaron a Pablo. ?l imagin? lo que ser?a gustan llevar puesto un art?culo tan ?ntimo, un par de calzoncillos que no ten?an ninguna mosca. ?C?mo sentir?a ?l dentro de tal art?culo de la indumentaria? No todas las bragas en los tendederos del patio eran tan claras como sujetadores de su madre y bragas. Unos fueron hechos de la seda, y muchos eran de colores brillantes, m?s bien que blancos. Pablo hab?a visto cada color imaginable en estas l?neas - rojo y rosado y lavanda y verde y azul y amarillo y turquesa y purp?reo y otras cien sombras, pareci?. No todas las se?oras que vivieron en los apartamentos adyacentes a la residencia de su madre eran tan pobres como ella, ya que muchos eran solos y no ten?an a ningunos ni?os sobre quien ellos deben gastar sus ganancias. Ellos podr?an permitirse mejor, sexier ropa interior. Sus bragas eran hermosas. Unos eran exquisitos, como mariposas enormes o los p?talos de flores gigantescas o el plumaje de loros brillantes. Ellos eran encantadores. Magn?fico. Ellos eran tan hermosos que s?lo considerar ellos hace da?o al coraz?n de Pablo. ?Y hab?a tantos estilos, tambi?n! Unos eran s?lidos. Los otros fueron imprimidos con puntos o flores, mariposas o aves. ?l no pod?a comenzar a llamar todos los estilos diferentes. ?l no estaba hasta seguro que ellos ten?an nombres. Algunas bragas ten?an cinturones el?sticos altos, pero eran muy cortas por otra parte. Muchos eran vagamente triangulares en la forma, con lados tan estr?chese que la mayor parte de la pierna superior del wearer mostrar?a y, con la mayor probabilidad, una parte buena de sus nalgas inferiores. Los otros miraron como si ellos montar?an a caballo bajo en el abdomen de la se?ora, abrazando sus caderas y apenas cubriendo sus partes privadas. Unos cuantos miraron m?s bien tiradores que la ropa interior y seguramente no pod?an cubrir mucho m?s que los elementos necesarios de la feminidad de una se?ora. Muchos pares parecidos totalmente incapaz de cubrir mucho m?s que una venda podr?an ocultar. Pablo hab?a visto hasta un par de correas en unas ocasiones. Al principio, ?l no estaba seguro cuales ?stos eran. Ellos seguro no parecieron a bragas - no ningunas bragas que Pablo hab?a visto hasta antes, de todos modos. No hab?a ning?n asiento en ellos. Ellos eran un poco m?s que un breechcloth, pero skimpier, hasta, que el actor que hab?a jugado a Tarz?n en una pel?cula que ?l hab?a visto por la televisi?n hace unos a?os se hab?a gastado, y un par hab?a sido todo el cord?n, m?s bien que la seda o el sat?n. Mirarlos hab?a hecho Pablo sentirse mareado, ?l hab?a sentido un conmovedor extra?o en sus lomos, y, un momento despu?s, un aumento se hab?a formado en sus propios calzoncillos. Por suerte, nadie lo hab?a visto en tal estado. Pablo imagin? como la seda o el sat?n podr?an sentir contra su piel, eran ?l para llevar puesta tal maravillosa ropa interior. ?C?mo podr?a ?l sentir en un par de correas? ?l se hab?a preguntado. Si s?lo ?l pudiera probar un par de tales bragas encantadoras, s?lo una vez - pero, no, tales pensamientos eran absurdos, ?l se dijo; los muchachos no llevaron puestas bragas. Las bragas eran para muchachas. Justo como todo lo dem?s suave y hermoso era para muchachas, si mariposas, flores, o aves. O bragas. ?l nunca pod?a probar un par de ellos. Si ?l hiciera y su T?o Carlos alguna vez averiguado, su t?o macho lo desconocer?a, y no hab?a ninguna narraci?n lo que su madre le har?a. ??l no pod?a llevarlos puestos, ?l se hab?a decidido, pero ?l podr?a coleccionarlos, verdad? ?Desaf?o ?l? El robo pensado un par de bragas femeninas casi lo hizo desmayarse. Tambi?n hizo su raza de coraz?n, su boca seca, y sus rodillas d?bil. ?l record? el primer par que ?l hab?a tomado, estos que hab?an comenzado la colecci?n secreta ?l se qued? escondido bajo las revistas de aventura de acci?n y libros de c?mics que su T?o Carlos siempre le enviaba de Juarez, junto con notas sobre ser un hombre, quedarse masculino, y ser macho. "Tal vez usted deber?a calcular con algunos pesos, Pablo," hab?a sugerido su t?o en la carta que hab?a acompa?ado a Mercenarios Despiadados, el T?o de revista Carlos le hab?a enviado s?lo hace una semana. Las bragas - los primeros que ?l hab?a tenido alguna vez el nervio para tomar - fueron hechos de la seda de oro coloreada, y ellos eran brillantes y suaves. Ellos fueron recortados en la plata, y las cintas de lavanda fueron atadas en arcos diminutos, apretados abajo el uno o el otro lado. ?Ellas tambi?n hab?an sido correas, sin un asiento, de modo que las nalgas del wearer mostraran! ?De una mano temblorosa, su hambre de coraz?n excitada, y que tiene en el est?mago y d?bil en las rodillas, sosteniendo su aliento y rezando ?l no fue agarrado, Pablo, despu?s de mirarse alrededor, asegurarse que ?l no estaba siendo mirado, hab?a arrebatado las bragas del tendedero y los hab?a metido dentro de su cesta, bajo sus propios informes de algod?n claros, blancos - la clase con una mosca - y hab?a vuelto a su dormitorio, con miedo alguien lo hab?a visto, despu?s de todo, y gritar?a, "Parada, ladr?n de prenda interior!" En cambio, ?l hab?a tenido ?xito. Su robo hab?a ido pasado por alto, y ?l hab?a comenzado, con aquellas correas de oro encantadoras, la colecci?n de bragas que hab?an crecido, despacio, un par a la vez, a lo largo de las semanas y meses hasta, ahora, ?l ten?a a casi un caj?n de aparador entero lleno de la ropa interior brillante, vistosa y pensaba que ?l necesitar?a m?s espacio pronto. Hu?rfano de padre y vivo con una madre que reprende en condiciones de cerca pobreza, Pablo consider? las bragas como las ?nicas cosas brillantes y hermosas en su vida por otra parte apagada. A veces, ?l estar?a de pie antes de su aparador, con el caj?n abierto, extienden la capa de libros de c?mics y revistas aparte, y s?lo contemplan la colecci?n de bragas que ?l hab?a robado, sobre todo de tendederos en vecindades adem?s de su propio, y, en ocasiones raras, hasta de tiendas locales, y golpe la seda y sat?n, el spandex y Licra y cord?n, y dice, como su ojo errado sobre el bermell?n y escarlata y ciruelo y lavanda y melocot?n y se elev? y colores de cobalto, Un d?a la vida ser?a tan maravillosa y espl?ndida y elegante como estas bragas hermosas. ?l hab?a dejado de robar hace unas semanas, sin embargo, cuando ?l aprendi?, de su madre, aquella palabra se hab?a extendido por la vecindad que un ladr?n de prenda interior era suelto en las cercan?as. Con la mayor probabilidad, el ladr?n era alguna clase de un pervertido, un bicho raro con un fetiche de bragas, y alguien que podr?a ser peligroso. Las mujeres en el ?rea fueron asustadas, y estos con novios o maridos hab?an jurado de hacer el ladr?n de prenda interior lamentar el d?a ?l naci? si ella vino cerca de ellos - o sus bragas. La polic?a hab?a sido notificada, tambi?n, dijeron a Pablo, y ellos no dejaban pasar un ojo para el ladr?n de prenda interior. Al principio, Pablo hab?a pensado deshacerse de su alijo de bragas. Si ellos fueran encontrados, ellos lo incriminar?an. ?Qu? pensar?a su madre en ?l, si ?l debiera ser identificado como el ladr?n de prenda interior? ?Qu? pensar?a su T?o Carlos? ?Qu? pensar?an sus vecinos, o sus amigos en la escuela? ?Terminar?a ?l en reformatorio o c?rcel? ?Tal vez le enviar?an hasta a la prisi?n! ?l sab?a que ?l deber?a deshacerse de las bragas en su caj?n de aparador, y ?l hab?a intentado, varias veces, pero ?l s?lo no pod?a traerse para hacer as?. Ellos eran su ?nico eslab?n a belleza y elegancia y el sue?o de una mejor vida un d?a. ?l podr?a tratar tambi?n de deshacerse de su propio coraz?n y alma para tirar hasta un par de sus bragas atesoradas. Al final, ?l hab?a comprometido. En vez de deshacerse de su colecci?n de bragas, ?l hab?a dejado de robar la ropa interior. Sin un ladr?n de prenda interior en el suelto, las mujeres tendr?an ya no miedo, y la polic?a girar?a su atenci?n a otros asuntos. Quiz?s Pablo podr?a reanudar hasta sus robos, al ratito, cuando las cosas calmadas y el calor eran desconectadas, aunque, ?l supiera, ?l no deber?a. ?l deber?a marcharse para siempre. Despu?s de todo, ?l ya ten?a muchas bragas. ?l no necesit? m?s, y era tonto arriesgar de ser agarrado. ?l hab?a logrado resistir la tentaci?n de robo de m?s bragas durante varios meses ahora. ?l podr?a marcharse totalmente. ?No pod?a ?l? bragas. Seguro ?l podr?a, ?l se dijo. Despu?s de todo, el robo de bragas no pareci? a una adicci?n o algo. ?l podr?a marcharse. ?"Pablo?" Era su madre otra vez. ?"Qu? le toma tan mucho tiempo, muchacho?" "Nada, Mam?." "Usted ha estado ah? durante veinte minutos. ?Cu?nto toma esto para traer una cesta de lavander?a en la casa?" Calidad de gracias ?l hab?a estado juntando y doblando la lavander?a en la l?nea cuando ?l hab?a reflexionado sobre sus caminos que roban prenda interior, Pablo pens?. Por otra parte, ?l estar?a aqu? fuera al menos otros diez minutos. Como era, ?l hab?a doblado todos los art?culos y los hab?a apilado con esmero en su cesta. "Soy terminado, Mam?," le llam? ?l. "Tendr? raz?n en." ?l dobl?, recogi? la cesta, coloc?ndolo en una cadera, y comenz? hacia la casa. Por el camino, ?l pas? un peque?o par de bragas verdes magn?ficas, tama?o de adolescente, con imaginaci?n, colmenas llenas, mullidas y cintas amarillas brillantes, y, antes de que ?l lo supiera, y sin tener la intenci?n de hacer as?, ?l los hab?a arrebatado de la l?nea y los hab?a metido en la lavander?a en su cesta. Su coraz?n corri? cuando ?l realiz? que ?l hab?a golpeado otra vez, directamente despu?s de prometer ?l mismo que ?l no robar?a otra vez, no para un largo, mucho tiempo, si alguna vez. * * * Una hora m?s tarde, s?lo despu?s de la comida, hab?a un golpe a la puerta principal del apartamento. "Abra la puerta, Pablo, mientras limpio la mesa," su madre le pidi?. "S?, Mam?." Hab?a el otro, m?s alto, golpe m?s largo. A quienquiera su invitado era, ?l o ella eran impacientes, Pablo pens?. ?"Vengo!" ?l dijo. Elev?ndose de su silla, Pablo cruz? la manta gastada de su sala de estar, y abri? la puerta. Su coraz?n casi se par?, cuando sus ojos ensanchados y su boca bostezaron. La posici?n antes de ?l era un polic?a, pareciendo severa en su uniforme azul embutido. En el amplio cintur?n ?l se gast? alrededor de su cintura, hab?a esposas, una lata de la Macis, y una pistola de .45 calibres. Contemplando al muchacho aterrorizado como un gigante, ?l bizque? abajo en Pablo. ?Su voz era dif?cil y fr?a cuando ?l pregunt?, "Su madre o padre a casa?" ?Pablo se encontr? tartamudeando cuando ?l llam?, "M-m-mom-m-ma!" ?"Qui?n es ello, Pablo?" "La polic?a," el agente de polic?a contest?, antes de que Pablo podr?a hablar. Su madre entr? en el cuarto r?pidamente. ?"Polic?a?" ella pregunt?, pareciendo preocupada. ?"Es algo malo?" El agente de polic?a no tom? sus ojos de Pablo cuando ?l contest? su pregunta. "S?, se?ora, tengo miedo all? puede estar bien." ?"Qu? es este sobre, oficial?" ella pregunt?. ?"Es este su hijo, se?ora?" "S?, este es Pablo." ?"Pablo Rodriguez?" "Por supuesto. Soy Isabelle Rodriguez." "Bien, Sra. Rodriguez, tengo miedo recib? una llamada telef?nica de uno de sus vecinos-" ?"Qui?n?" "No es importante en este momento, Sra. Rodriguez. Lo que es importante es que el vecino relat? a su hijo, Pablo, aqu?, como habiendo robado algunas de sus bragas del tendedero en el patio que usted comparte con los otros apartamentos en este bloque." La madre de Pablo fulmin? con la mirada a su hijo. Su boca se abri? y se cerr?, como la boca de un beached, pescado agonizante. ?Al principio, ning?n sonido vendr?a, pero, finalmente, ella grazn?, "Pablo! ?Usted es el ladr?n de prenda interior?" "Tengo un mandamiento de registro aqu?, la se?ora," dijo el polic?a, "autoriz?ndome para buscar su residencia para incriminar pruebas." ?"Pruebas incriminatorias?" ella repiti?, sacudido. ?"Qu? quiere decir usted?" "Bragas, se?ora." ?l entren? su fr?o, perforaci?n contemplan al muchacho agitado. "El autor que buscamos ha robado bastantes pares." La madre de Pablo contempl? a su hijo. ?"Pablo! Usted no rob?, verdad?" Mortificado, ?l mir? los dedos del pie de sus zapatos, sonroj?ndose ferozmente. "Comenzar? con su dormitorio, se?ora," dijo el polic?a, andando a Pablo pasado y su madre y en su casa. Estaba claro que ?l no preguntaba al permiso. "Esto es correcto este camino, oficial," Sra. Rodriguez dijo, conduciendo al polic?a al cuarto de su hijo. Cuando ?l sigui?, el agente de polic?a llam?, sobre su hombro, a Pablo. "Usted viene, tambi?n, hijo." Sentimiento peor que ?l hab?a sentido alguna vez antes de que en su vida, Pablo siguiera, cada paso que siente como si ?l llevaba puestas botas de cientas de libras en vez de las sandalias de chancla ?l ten?a donned antes de traer la lavander?a de su madre s?lo una hora y tanto. "No quiero estropear su casa, Sra. El Rodriguez," el polic?a dijo a la madre de Pablo, "pero no tengo mucho tiempo. Ser?a provechoso si usted pudiera conseguir al muchacho para decirle donde ?l ha escondido las bragas." Fulminando con la mirada a su hijo, Sra. El Rodriguez ladr? su nombre; esto era una orden por ?l para seguir la directiva del polic?a, y Pablo, pareciendo abatido, su cabeza abajo, sus hombros cayeron, anduvieron con dificultad avanzados, a su aparador, y, de una mano temblorosa, abrieron al caj?n y extendieron la capa de revistas y libros de c?mics aparte para revelar la seda brillante, sat?n, y bragas de cord?n bajo las revistas. ?"Pablo! ?" su madre grit?, impresionado para ver, con sus propios ojos, lo que su vecino an?nimo hab?a relatado - que su hijo, su propia carne y sangre, el ni?o a quien ella hab?a dado a luz y hab?a criado todos estos a?os, trabajando sus dedos al hueso, eran el ladr?n de prenda interior que hab?a aterrorizado la vecindad y hab?a guardado tanto a muchachas como a mujeres con miedo de andar las calles o, en realidad, hasta colgar su lavado de ropa para secar! Ella lo abofete? con fuerza contra la nuca, gritando su nombre otra vez, pero pareciendo enojada esta vez, no impresionado. ?"Pablo! ?Mi hijo, el ladr?n de prenda interior! ?C?mo podr?a usted hacer tal cosa?" Ella lo contempl?, por ojos estrechados. ?"C?mo le podr?a ser tal cosa!" "Perd?n," el muchacho refunfu??, sollozos. El polic?a quit? las revistas, sacudi?ndolos en la cama de Pablo. ?l quit? un bolso de papel de su bolsillo, lo despleg?, y comenz? a poner las bragas robadas en ello, coleccionando pruebas. Incriminando pruebas, Sra. Rodriguez pens?, contemplando a su hijo, el ladr?n de prenda interior. Cuando el polic?a hab?a coleccionado todo el despojo, ?l puso esposas sobre Pablo. ?"Realmente, oficial!" Sra. El Rodriguez protest?. ?"Debe usted esposar a mi muchacho?" "Siento, se?ora," ?l dijo, y ?l realmente pareci? lamentable, Pablo pens? - lamentable que su hijo era un peque?o ladr?n de prenda interior pervertido. "Esto es el procedimiento." Entonces, ?l dio vuelta a Pablo, y ?l dijo, "Usted est? detenido. Usted tiene el derecho de permanecer silencioso. Algo usted dice, y va a, poder ser usado como pruebas contra usted en un corte. Usted tiene el derecho a un abogado-" La madre de Pablo se sent? pesadamente en la cama de su hijo, dispersando las revistas chillonas y libros de c?mics. Varios se cay? al suelo. Pablo ley? uno de sus t?tulos. Hombre Macho. Esto es yo, bien, ?l pens?. Su madre comenz? a gritar, si para ?l o para ella, Pablo no estaba seguro. ?Cuando el agente de polic?a termin? de leer los derechos de Pablo, ella pregunt?, "Qu? debe hacerse de ?l ahora, oficial?" "?l ser? el centro de la cuidad tomado, reservado, y preguntado. Ya que ?l es un menor, usted puede estar presente en la interrogaci?n, si le gusta." ?Interrogaci?n! A Pablo no le gust? el sonido de esto. "Entonces, ?l ser? liberado en su custodia, pendiente su aspecto de tribunal." ?"Tribunal?" Sra. El Rodriguez repiti?, sus ojos amplios. Ella pareci? asustada, Pablo pens?. Sus propios ojos se llenaron de rasgones. ?l la hab?a tra?do a este, la mujer que hab?a hecho todo que ella podr?a para proporcionarlo la mejor casa ella podr?a. Seguramente a veces ella podr?a ser un poco estricta, una peque?a popa, un poco impaciente, y m?s que una peque?a exigencia, pero ella no mereci? este. ?C?mo podr?a alguna vez ella conseguir que se olvide la verg?enza que ?l hab?a tra?do sobre no s?lo ?l mismo, pero sobre ella? ?"Qu? pasar? entonces?" ella pregunt?, su voz un susurro. "Esto estar? a la altura del juez," dijo el oficial de polic?a. * * * Cuando el polic?a hab?a dicho, Pablo fue liberado en la custodia de su madre, y ella lo llev? a casa, en el autob?s, su cara como la piedra. Ella no le dijo nada en todo a trav?s de la ciudad, de la comisar?a. Un par de veces, Pablo hab?a tratado de iniciar una conversaci?n con ella, pero ella lo hab?a hecho callar. ?"Nunca quiero hablarle u o?r su voz otra vez!" ella hab?a tronado. "Usted ha avergonzado tanto usted como m?. No levant? a mi hijo para ser un ladr?n. ?No trabaj? yo mismo la mitad a la muerte, que toma en la lavander?a de otra gente, hacer que usted se hiciera un pervertido y robara las bragas y femeninas de las muchachas!" Su voz era bastante fuerte para los otros pasajeros para o?rla cada palabra. Esto hizo da?o a ella, sin duda, ser o?do diciendo tales cosas terribles, pero esto hizo da?o a ?l hasta m?s, y ?l se dobl? su cabeza en la verg?enza, rasgones que se juntan en sus ojos. ?"Siento, Mam?!" ?l grit?. ?"Pervertido!" ella escupi? la palabra, como si esto era el ?cido. ?"Ladr?n de prenda interior!" * * * Un mes m?s tarde, Pablo, su madre, y su abogado, un defensor p?blico, estaban en el tribunal. El oficial de detenci?n, John Thomas, estaba tambi?n presente. Mucho a disgusto de Pablo - y mortificaci?n de su madre - hab?a tambi?n una docena y tanto de espectadores en la sala de tribunal, venga para divertirse en su gasto. El juez negro-robed, una hermosa mujer en ella a finales de a?os cuarenta con el pelo casta?o rojizo, tocado con el color gris, mir? abajo del banco, en cuanto a Pablo como si ?l era un insecto vil. Pablo cambi? bajo su mirada fija, como inc?modo como si ella pegaba un tiro a dagas de sus ojos que lo perforaron al coraz?n. Desde un momento largo, ella movi? la mirada fija de su Gorgon al abogado de Pablo. "Conf?o que usted ha aconsejado tanto a su cliente como su madre, Sra. ?Rodriguez" - una nota de compasi?n pareci? arrastrarse en la voz del juez cuando sus ojos chasquearon brevemente en la direcci?n de la madre de Pablo - "de las consecuencias del que el demandado ha concordado al trato de s?plica su caso m?s bien que ser procesado antes de un jurado?" El abogado salud? con la cabeza. "Tengo, Su Honor." "Sra. ?El Rodriguez," llam? el juez del banco, "usted entiende que mi oraci?n, independientemente de ser?, es final y no es sujeto de apelar?" "S?, Su Honor." El juez salud? con la cabeza. La bocacalle de su Medusa mira fijamente en Pablo, ella dijo, "el demandado se elevar?." Temblor, sus rodillas listas a sufrir un colapso, Pablo pudo, de alguna manera, ganar sus pies. ?l mir? abajo, en sus zapatos. ?"Mire m?, muchacho!" la voz del juez retumb?. La cabeza de Pablo consigui? como si fue atado a la cuerda de un t?tere. ?l quiso desesperadamente mirar lejos, pero ?l m?s tuvo miedo de desafiar la orden del juez que ?l deb?a considerar su semblante ultrajado. Sus rasgos expresaron tanto c?lera como la repugnancia, como su voz casi gote? con el sarcasmo cuando ella le habl?. "Usted se ha deshonrado y, lo que es m?s importante usted ha deshonrado a su madre." Ella hizo una pausa, dejando entrar su fregadero de palabras. Pablo quiso mirar lejos, esconder sus rasgones, pero ?l se no atrevi?. ?l trag? aire, enfocando su voluntad en sofocar los sollozos de miedo y desesperaci?n que welled dentro de ?l, de las profundidades de su alma. "Yo le pedir?a explicar sus acciones, pero dudo que usted pudiera," declar? el juez. Pablo pens? en las bragas bonitas y como ellos lo hab?an hecho sentirse felices y tranquilos y llenos de la esperanza para un futuro brillante, hermoso, y como su tela lisa era consoladora al toque, ofreciendo un poco del blandura en una vida que pareci?, la mayor parte del tiempo, m?s grueso y ?spero y vulgar que por otra parte, pero, ?l sab?a, ?l no ser?a capaz de expresar tales sentimientos. En cambio, ?l parecer?a simplemente pervertido y enroscado y enfermo, entonces ?l no dijo nada. "Los pervertidos rara vez pueden explicar su comportamiento," continu? ella. "Ellos s?lo hacen lo que ellos hacen, haciendo da?o al inocente y aquellos que los aman, sin el pensamiento o sienten cari?o por alguien o todo menos sus propios deseos enfermos." Pablo sinti? una humedad caliente en sus mejillas. ?l borr? los rasgones que coursed abajo su cara. ?"No piense que aquellas l?grimas de cocodrilo mover?n m?, hombre joven!" el juez advirti?. "Si algo, ellos har?n mi oraci?n a?n m?s ?spera." Con una aseveraci?n tan gran de su voluntad como Pablo hab?a hecho alguna vez antes en su vida, ?l logr? suprimir sus rasgones, si no su miedo y humillaci?n, y estuvieran de pie silenciosamente antes del juez, sintiendo como desnudo como si ?l fue vestido s?lo en un par de las bragas de correa que ?l hab?a robado. "Usted no puede preocuparse como sus v?ctimas, o hasta su propia madre, sensaciones, pero hago," se rompi? el juez. "Y crea que m?, s? como ellos sienten, porque soy uno de ellos." Pablo pareci? impresionado. "As? es," el juez continu?. ?"El oficial Thomas me mostr? pruebas que ?l coleccion?, y, entre las bragas usted rob? y se qued? escondido en su caj?n de aparador son un par de mi propio!" Pablo tuvo v?rtigos. El cuarto se balance?, y las voces que murmuran de los espectadores en la sala de tribunal parecida lejos. ?l se sinti? ca?da, y ?l tir? una mano, agarr?ndose en el borde de la mesa, y logr? quedarse sus pies. ?l no pod?a creer sus o?dos. Entre las bragas ?l hab?a robado durante su carrera larga mes cuando un ladr?n de prenda interior era un par del mismo juez que estuvo a punto de dictar la sentencia sobre ?l. Habiendo recuperado - al grado que ?l era capaz de recuperar - Pablo logr? devolver la mirada fija predadora del juez, aunque su cada instinto chillara en ?l para girar la cola y correr, huyendo a su vida. "Pablo Rodriguez," el juez dijo, cada palabra como un cerrojo de truenos soltados por una diosa vengativa en alto, "por este medio le condeno para matricularme en la Escuela Selv?tica para el periodo de no menos de dos, pero no mayor que cuatro, a?os." Su mazo golpe? bruscamente abajo, sondeo, a Pablo, como un ca?onazo. ?Detr?s de ?l, ?l oy? que su madre preguntaba a su abogado, "?l est? siendo condenado para matricularse en una escuela privada? ?No puedo permitirme esto!" "No preoc?pese," el abogado la asegur?. "Usted no tendr? que pagar." "La calidad de gracias para esto, al menos, y una escuela no suena a un castigo tan malo," dijo ella. "Pablo es afortunado. El juez le ha dejado de la luz." "Yo no ir?a a fin de que decir esto," dijo el abogado. "Usted no sabe la reputaci?n de la Escuela Selv?tica o lo que ellos hacen all?."