Casablanca II free porn video

Casablanca II Adriana Ovelar Los sucesos de esa noche me confundieron todavia mas. Por una parte, me acostumbre a usar el vibrador, a entenderlo como una fuente de gozo, a pensar en el cuando me aproximaba a la casa. Tambien me gustaba y me preocupaba el hecho de que, apenas pocos dias despues de la primera vez, ya queria yo tener dentro algo mas grande, algo mas vibrante y vivo. Acaso ya estaba deseando un hombre? Acaso era tan puto? Por la otra parte, sentia con cada vez mayor claridad que el deseo de Elsa por independizar a Victoria era tambien su deseo porque Victor desapareciera y le diera libertad y conciencia limpia para continuar su aventura amorosa con Rick. Me daba miedo que Victoria siguiera creciendo, porque significaba que Victor estaba condenado. Sentia mucho enojo hacia Elsa, pero tambien una suerte de agradecimiento. No me habia abandonado, como hacen algunas mujeres llevadas por la pasi?n, sino que habia buscado una salida alternativa, un camino que no me pareciera tan doloroso. Pero me humillaba. No podia dejar de sentirme humillado cada que ella tenia una cita y yo le deseaba, de dientes para afuera, que la pasara bien. "Ella esta en los brazos de el", pensaba, "y yo aqui, con mi peluca y mi corset, consolandome con este vibrador". Luego sentia que el vibrador estaba delicioso y entonces ya no pensaba. Solamente deseaba verga. Pero normalmente mi cerebrito seguia trabajando para recuperar a Elsa. A cada rato me decia que el florecimiento de Victoria no era solamente para mantener tranquila a mi esposa; era parte de una estrategia. Dentro de la estrategia, una clave era utilizar a Victoria como agente e informante de Victor. Las cosas que ella se enterara como amiga de Elsa las transmitiria al instante al marido celoso. Mientras menos razones diera Victoria para sospechar ?es decir, mientras mas apareciera seducida por su feminizaci?n-, mas facilidad habria para averiguar quien era Rick, cuales eran sus intenciones y por d?nde se le podria atacar. Asi fue que Victoria y Victor se enteraron por boca de Elsa, entre otras cosas, de que Rick tenia 42 a?os, era divorciado, habia estudiado finanzas y algo muy importante, habia sido miembro de las Fuerzas Especiales britanicas, un grupo de elite entrenado para la supervivencia en terrenos y condiciones hostiles. Gente capaz de infiltrar un pais sin ser vistos, entrenada para guiarse por el sol o por los astros, magnificos paracaidistas y escaladores, gente entrenada para entrar a un cuarto ocupado por varios hombres armados y matarlos a todos con una ronda de 13 disparos de su Browning 9 mm. Habia dejado las Fuerzas unos a?os atras y vuelto a las finanzas. Ahora investigaba posibles fraudes que pudiera sufrir el banco. Me imagine que, entre su conocimiento de restaurantes elegantes, sus finos modales, el olor del dinero, sus aventuras de guerra, que lo hacian todavia mas enigmatico, Rick tenia totalmente embobada a mi esposa. Pero mi instinto me hizo poner mucha atenci?n a las caracteristicas que tiene todo miembro de esa fuerza de elite. Gente silenciosa, a menudo desconfiada, que prefiere mirar sin ser vista y que valora su invisibilidad. En otras palabras, un espia perfecto. Esto queria decir, a su vez, dos cosas. Una es que era un rival formidable y peligroso. La otra, que muy probablemente el, a su vez, me estaba investigando a mi y a Elsa. * Una tarde, llegando de la oficina, me encontre a Guillermo Ugarte sentado en mi sill?n, con una sonrisa de oreja a oreja. -Ya te tengo toda la informaci?n sobre el piloto, jefecito. -Siempre voy mas adelante que tu, Ugarte ?respondi, a sabiendas de que no era cierto. -No hay ningun Richard Deckard que trabaje para Banca Activa o que tenga un puesto relevante en ninguna empresa del grupo Strasser. -Obvio. No se llama Richard Deckard, ese es el nombre de un personaje de pelicula. -Pues no. No se llama Richard Deckard, pero si tiene nombre de personaje de pelicula. Se llama Richard Blaine. -De que pelicula? -De Casablanca. Se llama igualito que el personaje de Humphrey Bogart. -Ah caray! -Fijate que yo tambien me llamo como un personaje de Casablanca. El de Richard Lorre, el que le vende los papeles a Victor ?y me gui?? el ojo. Solte una carcajada. Exactamente como Casablanca. Elsa (o Ilsa) estaba escindida entre Victor y Rick. Mi esposa estaba viviendo una de sus fantasias: pas? de su vida aburrida y mon?tona a ser la estrella del film mas romantico de todos los tiempos. Hasta Ugarte tenia un papel. -Y en que trabaja este tal Richard Blaine? Es propietario de un cafe? -Es el jefe de seguridad del corporativo. De el dependen todos los guardaespaldas de los Strasser, todos los sistemas internos de seguridad del banco y quien sabe cuantas otras cosas mas. -Hmmm. Si. Es l?gico. Era miembro de las Fuerzas Especiales britanicas. -Tambien fue miembro del M16, el Servicio Secreto. "Semper occultus" es su lema. -No me digas que lo checaste con los amigos de la Firma. -C?mo crees, jefecito. Yo tambien semper occultus. -Y ya dej? el servicio de Su Majestad? -Al menos oficialmente. La ultima actividad que tuvo con los amigos fue en Sierra Leone, en los noventa. Despues se fue a vivir adivina ad?nde. -A su casa solariega en Manchester. -Negativo. Se fue a vivir a Colombia. -Huele a polvo. -Es lo que digo. A polvo blanco ?volvi? a gui?ar Ugarte. -Eso nos da, grosso modo, dos probabilidades de lo que esta haciendo ? conclui-. O se pas? al lado de los malos y ahora se dedica a dirigir el lavado de dinero. O hace como que se pas? de su lado y sigue trabajando para la Firma. -O se pas? de su lado y hace como que sigue trabajando para la Firma. O la Firma se pas? del lado de los narcos. En este mundo no podemos descartar nada. -Nada. -Lo mas probable es que la Firma este trabajando con sus verdaderos amigos, que son los de la Compa?ia. La CIA y el FBI estan ya sobre los Strasser. Acaban de multar con 10 millones de d?lares a una de las sucursales de sus empresas en Estados Unidos. Estan recolectando datos por todos lados. Dicen que son una amenaza para la seguridad nacional gringa. Los quieren atorar. -Y nosotros les vamos a dar una empujadita, Ugarte. Necesito averiguar de que lado esta el tal Blaine. No lo podemos seguir directamente: esta entrenado para detectar pajaros en el alambre. Y si esta del lado equivocado, a quien nos va a atorar es a nosotros. Esos cabrones son peligrosos. -Ya sabes, jefecito, que cada secretaria es una informante en potencia. -OK. Pero mantengamos la cosa en 15. Total discreci?n. -Entendido y no anotado, jefecito. Ugarte sali? de la oficina y me quede pensando en c?mo iba yo a derrotar a ese hijo de puta. Se me ocurrian mil escenarios. No en todos salia yo bien librado. Confieso que tuve miedo. En casa, la nueva normalidad se apuntalaba. Mi capacidad de transformaci?n estaba llegando a su limite. Los cambios en mi figura empezaban a ser notorios; mi habilidad al peinarme y maquillarme ahora era practicamente natural. Eso hacia mas evidentes las carencias: el delineado de la ceja era imperfecto, y hacer unos arcos pronunciados hubiera sido visible en el trabajo. Las u?as se mantenian largas para un hombre, pero no escandalosas. Habia que estarlas limando a menudo. Los pechos habian crecido un poco: intentar que lo hicieran mas era arriesgado. Tampoco era facil abusar del perfume entre semana y, en la oficina, habia que cuidar los movimientos: mas de una vez me capture con manierismos delatores. Mi feminizaci?n era una tarea bien hecha. Tambien era una tarea hecha con placer. Pero habia llegado a un punto en el que era tan dificil regresar como continuar con la doble vida. En tanto, Elsa seguia estimulando a Victoria. Yo hacia casi todas las tareas domesticas y ella las alababa: resultaba, segun ella, mejor ama de casa. Elsa compraba revistas femeninas y las dejaba por la casa, en un azar que a menudo incluia mi recamara. Me recomendaba articulos. Platicaba conmigo de maquillaje, de moda, de chismes de amigas, de sentimientos, de actores de cine, de cirugia cosmetica. Tambien la hacia de psic?loga, sobre todo cuando notaba que en mi, a pesar de todo, se traslucian la tristeza o el enojo. Su intenci?n era muy clara. -Victoria, entiendo que estes confundida, pero te tienes que alivianar. Estamos viviendo una transici?n y es normal que a veces estemos deprimidas. Se que durante mucho tiempo te prohibi que salieras de casa, pero es que me daba miedo lo que pudiera pasarte. Ahora veo que no es asi. Puedes salir, y hacer vida social. -D?nde? En un bar gay? ?respondi con sorna. -Podrias ir ahi, tomar una copa y no faltara quien te invite. Eres guapisima. Aunque ya se que no quieres un gay, sino un hombre de verdad. Pero por algun lado hay que empezar. Y a final de cuentas no es necesario que salgas a ligar. Puedes ir de shopping, o al cine. No tienes que ir conmigo a todos lados. Bien que te dabas tus escapadas antes, cuando yo iba a visitar a mi mama. Bien que salias, pero ahora que tienes mi permiso, y hasta mi bendici?n, te haces la martir. Lo que quieres es hacerme sentir mal. Gozas con eso. -Oye, tu sales cuando quieres con tu galan. Acaso yo he dicho algo? -No, pero te quedas con cara de perra sin amo. Y ademas, atropellada. En vez de gozar algo con lo que siempre habias so?ado, te quedas aqui tristeando y haciendome sentir culpable de algo por lo que no tengo que sentir ninguna culpa. Me le quede mirando fijamente. Ella reaccion?, agresiva: -Ninguna culpa, babosa. Ninguna. Obedecer al coraz?n no crea ninguna culpa. Entender que tu siempre quisiste ser mujer no crea ninguna culpa. Al contrario, siento la desaparici?n de Victor como si me quitara una carga. Que tu seas pendeja y no te des cuenta de eso, porque nunca te has fijado verdaderamente en mi, es otro asunto. Que tu seas pendeja y pienses que Victor va a poder reconquistarme algun dia, es otro asunto. Que seas pendeja y no te des cuenta de que Rick es el hombre de mi vida y lo trates con desprecio? -Que te pasa? No me insultes. -Puta, ahora eres Maria Delicadeza! A la se?orita le duelen los oidos porque le dijeron pendeja. Por favor. En vez de sentirte herida, deberias ponerte a pensar un poquito. Un poquito nada mas. Tienes dos oportunidades: o regresas a ser el hombre mediocre y soso que eras, te olvidas de mi para siempre y te buscas una pendeja antes de que te hagas viejo, o te conviertes de plano en la mujer deslumbrante, inteligente, buena onda y gran amiga mia que eres: una mujer con vida propia, con otro trabajo, con un novio y que vive, por ahora, con su roommate. Quedarse a la mitad es lo mas estupido que puedes hacer. Se que no es facil tomar la decisi?n, por eso te estoy ayudando. Pero que una cosa te quede clara: Victor se puede olvidar de mi para siempre. Si no te queda clara, eres una pendeja. Y no es insulto. Es la pura verdad. Me calle. Elsa me miraba con un semblante tranquilo, pero sus ojos destilaban una especie de furia desesperada que jamas le habia visto. -No seas tonta. Para que veas que mis sentimientos hacia ti son buenos, te invito ma?ana en la noche al teatro. Ponte guapa. Pude esbozar una sonrisa para decirle que si. -Que bueno. Paso por ti a las siete. Ahora ponte tu pijama, tus cremas y diviertete con tu vibrador, amiga. Se dio la vuelta y se meti? en su cuarto. * Me pase buena parte del sabado planchando y escuchando a Gloria Estefan. Elsa habia salido al gimnasio y despues, seguramente, con Rick. Hubo un momento en el que me mire al espejo y vi, totalmente, a un ama de casa. Tenia tubos en la cabeza: dos de ellos, muy grandes, jalaban los cabellos de la parte superior de la peluca hacia atras; muchos, de tama?o mediano, se ce?ian sobre las partes laterales del craneo y de la sien. Era una suerte de casco que, a esas alturas de la tarde, ya no me pesaba nada. Tenia puestos unos aretes dorados, lisos, de cuadro hueco, que me entraban facilmente por los hoyitos de mis l?bulos. Mi rostro tenia una muy tenue capa de maquillaje, pero lo percibia nitidamente como femenino. Llevaba puesta una blusa rosa muy sencilla; sobre ella, un mandil. La forma de mis senos y mi talle, moldeados por el relleno y la cinturilla que me apretaba los flancos, indicaban con claridad que yo era una mujer delgada. Llevaba puesta una falda de algod?n blanca, recta, a la altura de la rodilla, con una ligera apertura lateral. No tenia puestas medias, pero la piel de mis piernas depiladas era suave y sensible. De mis sandalias de tac?n se asomaban unos deditos pintados de rojo. Mis brazos eran poco musculosos, sin vello, con sendas pulseritas y un reloj de cinta estrecha. La mano derecha, de u?as pintadas del mismo tono rojizo, sostenia la plancha. Me quede absorta en la imagen que devolvia el espejo y sonrei muy ampliamente. Yo era un ama de casa que esperaba el regreso de su pareja, que la iba a invitar al teatro. Un ama de casa que se acompa?aba con musica mientras planchaba. Una mujer que iba a terminar sus tareas, tener la casa perfecta y quedar muy bonita para salir. No es que me sintiera reducida por la situaci?n especial que estaba viviendo. Me sentia extra?amente limitada, pero muy contenta. Decidi ser un poco mas atrevida para esa noche. Tuve particular cuidado en acomodar mis senos y maquillar de un tono oscuro el estern?n y de un color claro el inicio de mis pechos, para dar una impresi?n de maximo clivaje. Hice un gran esfuerzo para apretar mi corset al maximo, ya que s?lo un talle muy peque?o podria disimular las caderas estrechas. Tome prestada ropa de Elsa: una blusa de color verde floral con una cremallera en medio: si la cremallera se abre, ense?a el inicio de los senos; tambien unos pantalones negros de cuero, muy ajustados, que me pudieron entrar s?lo gracias a las pantimedias negras de seda, y unas zapatillas mias, algo viejas, pero elegantes, de tac?n de punta. El cabello me qued? regio. Intente no exagerar en el maquillaje: lograr un look menos artificial, pero inconfundiblemente femenino. Me puse s?lo unos toques de Tresor. Cuando acomode las cosas en mi bolsa, me la colgue al hombro y termine de ver mi obra, el espejo restituia una imagen muy diferente a la de hace unas horas. El ama de casa se habia transformado en una mujer atractiva y sensual. Quede complacidisima. Elsa se tard? en llegar. Apenas si nos daba tiempo para llegar al teatro. No se disculp?, pero igual yo estaba feliz de salir con ella. Feliz, tambien, de que todo mundo me dijera se?orita y de que algunos hombres se voltearan a vernos, no con curiosidad sino con deseo. Feliz de notar que entre mis pantalones no se veia bulto alguno. Excitada con la sensaci?n de ser libremente Victoria. La obra estuvo para morirse de risa y en esta ocasi?n no hubo manera de contenerme. Supongo que todos estaban igualmente relajados y carcajeandose, porque nadie pens? que mi risa fuera un poco extra?a. Como la vez anterior, del teatro pasamos a un bar. Fue hasta entonces que Elsa hizo algun comentario sobre mi apariencia: -Caramba, que guapa, me estas empezando a dar envidia. Hasta te queda bien mi ropa. Ves c?mo si funcion? el menjurje? Sonrei, halagada. Incline ligeramente la cabeza, en se?al de agradecimiento. -Pero mas vale que te compres un poco mas de ropa, no quiero que me la andes pirateando ?amonest?. El bar tenia una iluminaci?n tenue, pero suficiente. No estaba retacado, pero logramos obtener una de las ultimas mesitas. La musica era suave y variada: raggae, jazz, musica etnica. Senti que la bebida me relajaba todavia mas. Fue entonces que empece a mirar a los demas clientes. Uno de ellos era un hombre de blazer azul, con el cabello negro un poco largo y dientes que me parecieron blanquisimos cuando me sonreia. Me le quede viendo unos cinco o seis segundos. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, volvi a sonreir y baje la mirada. Segui platicando con Elsa, muy quitada de la pena y, de repente, saque el lapiz labial de mi bolso, me retoque los labios mirandome en el espejito y lo volvi a meter. -Que coqueta! ?dijo Elsa, con evidente expresi?n de gusto. Volvi a agachar la cabeza, no sin antes pasarme brevemente la lengua por los labios. -No te apenes. Esta guapisimo. Lo dijo y lo volvi a ver a los ojos. Un segundo apenas, para luego voltear, espantada y tomar un sorbo de mi mint julip. Empece a sentirme inc?moda. Cruce las piernas. Las descruce. Lo volvi a mirar. Sonreia mientras platicaba con Elsa, pero le estaba prestando menos atenci?n de la acostumbrada. Tenia ganas de voltear a ver al hombre de nuevo. Temi estar sonrojandome. Era muy masculino y francamente me miraba como a una mujer. Yo le gustaba. Me percate de que, tras unas cuantas miradas, yo ya sabia perfectamente c?mo iba vestido, ya habia comparado nuestras estaturas y hasta empezaba a imaginarme si tenia pelos en el pecho. Guau: tenia que admitir que el me gustaba a mi. Me acomode el cabello, dejando por un segundo mi cuello al desnudo. Percibi, entonces, que Elsa sonreia hacia la direcci?n en la que el estaba y que, instantes despues, ella se acomodaba hacia atras en la silla. -Podemos sentarnos con ustedes? Ya no hay lugar ?nos dijo otro hombre, mas joven, de barba estilizada. Ya Elsa, con su lenguaje corporal, les habia dicho que si. Se present? y me present? como Victoria. Salude al joven de barba, escuche su nombre y voltee hacia arriba a mi derecha. Ahi estaba el, de pie, con las piernas muy separadas, los hombros un poco echados hacia atras y una grandisima sonrisa, que se hizo mas amplia cuando acomod? una sillita junto a la mia. De inmediato me di cuenta de que ellos se habian puesto de acuerdo. El barboncito se ligaria a Elsa; yo era para el galanazo. Mi primera reacci?n fue de orgullo: el mas guapo me habia escogido a mi. La segunda fue de preocupaci?n, que pasara si la voz me delata? C?mo reaccionara? La tercera fue interpretar el lenguaje corporal de Elsa: se habia dado practicamente la vuelta para mirar de frente al barb?n, se inclinaba ligeramente ante el. Habia dejado el espacio para que Luis se dedicara a mi por completo. Por fortuna, el volumen de la musica ayudaba a disfrazar los sonidos y Luis ha de haber pensado que yo era mas bien timida, que hablaba en voz muy baja, pero nunca sinti? que yo no fuera una mujer. Le dije que trabajaba en el gobierno, que Elsa y yo compartiamos un departamento, que veniamos del teatro, que me gustaba todo tipo de musica. El me dijo que tenia 36 a?os; yo le menti acerca de mi edad. Me platic? de su trabajo. Anestesi?logo, trabajaba con varios doctores en distintos hospitales privados. "Un trabajo en el que no esta permitido fallar", me dijo. Yo lo miraba fascinada, asentia a lo que el me decia y le hacia preguntas que a mi misma me sorprendian, porque el tema nunca antes me habia interesado: si algun paciente habia despertado antes de tiempo, si el objetivo de la anestesia era solamente evitar el dolor, en que tipo de cirugias era mas comun que trabajara. El hablaba de su trabajo, muy contento, con alguna que otra frase hecha: "nuestra tarea es proteger a un paciente indefenso del peligro". Me sonreia, orgulloso, y yo le devolvia la sonrisa. En un determinado momento, me di cuenta de que estaba totalmente enfocada a el. Tome otro sorbo y senti que su mano me rozaba el antebrazo. -Sabes que eres muy guapa, Victoria? ?me dijo. -Gracias, ?respondi, y luego, sin pensarlo-: tu tambien eres muy guapo. Asustada por lo que acababa de decir, hurgue en la bolsa para sacar un cigarrillo. Result? peor, porque apenas lo hice, el ya me estaba ofreciendo la llama de su encendedor. Lance una bocanada y sonrei, alegremente derrotada. Me habia ligado un hombre y tenia que relajarme. A instancias de su amigo, salimos del bar y nos fuimos a bailar. Elsa fue con su cita en el auto; yo, en el carro de Luis, un Infiniti color plata. Era la primera vez que salia asi con un hombre. Era una sensaci?n muy agradable, pero cuando entre al coche senti un poco de miedo. Estaba haciendo algo muy arriesgado y no queria que me descubriera. En el camino me pregunt? sobre mis estaciones favoritas de radio, y coincidimos en la gran mayoria. Me pregunt? si me gustaba el cine y le dije que si. Que cual era mi genero favorito y le dije que todos, menos las peliculas de horror. Luego me pregunt? si me gustaba mucho bailar. -La verdad bailo mal ?respondi sinceramente-, me dejare llevar por ti. Volvi? a mostrar una sonrisa segura, que me embruj?, y puso su brazo en mi hombro. Recline un poco la cabeza. El carro lleg? a un semaforo y el pos? suavemente su mano izquierda sobre mi muslo; pas? la derecha tras mi oreja, que roz? muy ligeramente. Me estremeci. Cerre los ojos. Cuando los volvi a abrir, el ya estaba muy cerca. Entreabri los labios y nos besamos. Habia algo de normal y algo de extraordinario en ese beso. Los labios de Luis no eran en realidad tan diferentes a los que yo habia besado antes. Pero adverti en ellos una consistencia ligeramente distinta. Tras los pocos segundos del primer contacto, roce su labio superior con la parte interna del mio. Senti los pelos que nacian en la zona del bigote. Lo volvi a besar, suave y brevemente. La luz del semaforo se puso en verde. El me tom? la mano y le sonrei. Aprete la suya. En la discoteca, con la musica tan alta, era dificil platicar. Senti algo especial cuando Luis me ofreci? el brazo para que fuera a bailar con el. No nos podiamos mover mucho, pero yo experimentaba toda una gama de nuevas sensaciones, era como si me fuera mas facil seguir la musica con el cuerpo, como si, parad?jicamente, se me hubiera despojado de un corset. Mis manos flotaban y caian con gracia. Mis piernas interpretaban el ritmo de manera casi intuitiva. Me habia dejado ir: era como si bailara por primera vez. -Mentirosa ?me dijo la primera vez que regresamos a sentarnos-, bailas muy bien. -Es que estoy a gusto ?respondi, y le di un enorme sorbo a mi bebida. Estaba acaloradisima. El ambiente de la disco, el corset y la peluca estaban cobrando factura. Me levante y le dije a Luis que iba al tocador. -Te acompa?o ?dijo Elsa. -Que calor! ?fue lo primero que dije al entrar al ba?o. -Que barbara, Victoria, ya ligaste galan! ?fue lo primero que dijo ella. -Me dan muchos nervios. -Pero te gusta. No lo puedes negar. Te gusta mucho. Sonrei, y me mire en el espejo. No estaba mal, el maquillaje no se habia corrido y tenia s?lo unas gotitas de sudor. Pero por dentro sentia un horno, sobre todo en la cabeza. -El mio es muy soso. La verdad estoy aqui por hacerte el quite, amiga. -Gracias. Pero cuando quieras nos vamos. Ni creas que pienso continuar esta aventura por mucho mas. -En el fondo de tu coraz?n te lo quisieras encamar ya. Hice una mueca. -Estas loca? ?trague saliva tras decir la frase, es la que menos le gusta. Esta vez Elsa sonri?. -Siempre dices que estoy loca cuando digo una verdad. -Permiteme, voy a hacer pipi. Regrese a retocarme. A secar con cuidado el sudor, darme una pasadita de rimel, volverme a pintar los labios, ponerles brillo. Coqueteria pura. A nuestro retorno, la musica habia cambiado. Era mas calmada. Luis me volvi? a sacar a bailar. Le di la mano, me tom? del talle y nos dirigimos a la pista. Era una sensaci?n maravillosa, que se hizo mas exquisita cuando deposite mi mano izquierda en su hombro. Permiti que me acercara mas a si, pero puse una minima resistencia ?sobre todo interna- para que el baile no se transformara en un abrazo. Desee ser menos alta, para poderme recargar en su hombro, pero eramos de la misma estatura. Mi coraz?n latia con fuerza. Toda una suerte de sensaciones er?ticas pasaron por mi mientras mi mano bajaba lentamente de su hombro al pecho y el guiaba mis pasos. Descubri que era sencillo seguirlo. Que era muy agradable sentir a su mano fuerte mover mi cadera, que era muy placentero mirarlo mientras girabamos, que percibia un peque?o shock electrico cada que mis pechos rozaban su cuerpo. Quise que la pieza no terminara nunca, pero termin?. Regresamos a nuestra mesa y Luis me pas? la mano por el rostro. De nuevo entrecerre los ojos. Juguete? un segundo con el arete. Yo movia el cuello, como buscando que su contacto fuera mayor. Me tom? la cara con las dos manos, se inclin? y nos volvimos a besar. Lo hicimos con ternura y con exaltaci?n. Luego pas? su dedo por mis labios, mirandome fijamente. -Eres una mujer excepcional, Victoria ?dijo. -Soy una mujer con algo especial ?repuse, pensando tambien un poco en lo que llevaba en medio de las piernas. -Yo tambien siento que eres especial. -Muchas gracias. Llegaron Elsa y su acompa?ante. Apenas se sentaron, Elsa dijo que ya estaba cansada y que mejor nos ibamos. -Quedense otro rato, apenas es la una y media ?dijo Luis, pero Elsa lo fulmin? con la mirada. -Si ustedes quieren quedarse, esta bien. Yo ya estoy agotada. Pense que mas valia irme con Elsa que arriesgar cualquier cosa con Luis y con su amigo, asi que dije que yo tambien me iba. -La hemos pasado muy bien ?comente. -Dejame tu telefono ?pidi? Luis. Elsa, ni tarda ni perezoza, sac? de su bolsa un postit y una pluma. Apunt? nuestro telefono y, abajo, los nombres "Elsa y Victoria". Dibuj? la "o" de Victoria en forma de coraz?n. Le entreg? el postit a Luis. -Les hablaremos ?prometi? el, y se despidi? con un beso en la mejilla. El frio empezaba a calar afuera de la discoteque, y mientras esperabamos el carro me cerre la cremallera. -Vaya, hasta que dejas de mostrar tus senos ?coment? Elsa, sarcastica-, los presumiste toda la noche. -Es que hace frio. -A veces hace mas frio cuando una esta mas caliente. No dije nada. No sabia si seguia siendo mi c?mplice o me estaba rega?ando. Apenas ech? a andar el auto, Elsa me pregunt?: -Que tal besa? -Rico. -Parecian tortolitos. Me da gusto por ti. Tu primer romance. -Fue algo extra?o ?trate de componer. -Los romances siempre son extra?os. De seguro tambien fue extra?o que te dieras cuenta de que en verdad eres una mujer. -Bueno, fue como una aventura? una experiencia. -Una primera experiencia ?corrigi?-, no busques pretextos. Es clarisimo que te gustan los hombres. -Me gust? como me mir? y como me trat? el, pero los hombres en general es otra cosa. -No te rindes ante la evidencia, verdad? Alla tu si no lo haces, pero podrias tener a muchos hombres rebotando por ti. Eres el tipo de mujer que mas les gusta: sensual y sumisa. De las que ya no hay. En ese momento me dieron ganas de decirle a Elsa que yo la amaba a ella, pero supe que lo arruinaria todo, incluso la sensaci?n de placer que llevaba dentro de mi. Seguimos un rato en silencio. Ella lo rompi?. -En que piensas? -En nada. -Seguramente estas pensando en el. En sus brazos. En sus besos. Efectivamente, pensaba en eso, pero conteste que no, que pensaba en tonterias. -Una piensa en tonterias cuando esta en las nubes. Y este cuate te puso en las nubes. Por que tenia yo la costumbre de escuchar a Elsa como si fuera el oraculo? Por que siempre le creia? Por que admitia, en mi fuero interno, que Luis me habia puesto en las nubes? Porque era verdad. En la casa, cada quien entr? a su recamara. Me quite los zapatos y senti que los pies me ardian con un dolor mucho mas punzante que cuando estaba bailando. Me quite la blusa, el pantal?n y las pantimedias y me puse el camis?n sobre el corset. Me desmaquille, me puse crema de noche y me quede, otra vez, viendo al espejo. Que es lo que veia? Veia a una mujer contenta, que llegaba a su departamento luego de bailar con un hombre muy guapo y cortes, que se habia prendado de ella. Una mujer que habia sido besada por el, que habia disfrutado de los besos, del tacto, de la compa?ia. Una mujer que lo habia escuchado con atenci?n y que habia notado c?mo los ojos de el se iluminaban al sentirse admirado. Una mujer que queria volverlo a ver y tenia miedo de que no fuera asi. Una mujer cansada, pero deseosa. Me meti en la cama y empece a fantasear. Yo volvia a salir con Luis y nos enamorabamos. En un cafe, mientras teniamos las manos enlazadas, le confesaba que era un hombre, pero estaba tomando hormonas. El me decia que no importaba, que me ayudaria a cambiar de sexo. Para demostrarmelo, me llevaba a su departamento y haciamos el amor. Me conseguia doctores y el mismo se encargaba de la anestesia en la operaci?n final. Luego me proponia matrimonio. En mi boda llevaba un vestido de crepe, muy fluido, con un escote de barco. Y en casa me dedicaba de cuerpo y alma a hacerlo feliz: en la cocina, en el cuidado de la casa y de sus cosas, en la cama y en el alma. Yo era su mujer; el era mi se?or. Regresaba a rehacer la fantasia, para agregarle detalles y ya no pude mas. Tome el vibrador, lo lami, abri las piernas y me lo meti con fuerza. -Luis! Luis! Luis! ?gemi- C?geme papito! C?geme siempre! Tenme contigo! Dame tu verga! Damela siempre! El vibrador estaba en el fondo y yo no tenia suficiente. Era casi como un dedo. Yo queria mas, necesitaba mas. Yo queria algo mas grande. Yo queria una verga pulsante. Yo queria a un hombre que te tomara. Yo queria tener a Luis adentro. -Lo quiero adentro! Lo quiero adentro! ?solloce sobre la almohada- Quiero que me coja! Quiero que me llene! Quiero que me ame! Mi culo estaba calientisimo, pero por mas que lo intentaba, no me podia venir. Extenuada, me rendi al sue?o. Pase varias horas con el vibrador adentro. Ya para entonces era un consuelo peque?o.