CON LA REGLA DE AURORA
Me costó un poco de esfuerzo y tres azotes más conseguir que me dijera el nombre de su compañera de trabajo, la propietaria de la regla con la que me estaba dejando el culo rojo, pero valía la pena. Sabía que durante mucho tiempo, recordaría aquella sesión y agradecería a Aurora el haberse dejado la regla olvidada el viernes encima de la mesa. Le conocía de Internet. Habíamos chateado varias veces y un par de encuentros a tomar unas cañas habían despejado mis miedos sobre si sería un asesino o...